El viaje en avión fue perfecto, con puntualidad alemana. Llegamos a las 10:30, pero entre recoger las maletas y esperar al tren que nos llevase a Dusseldorf a mi y a Monchengladbach a Alejandro, llegué a las puertas del hotel a las 12:30.
Puerta del hotel: cerrada. Ni dios. ………… 15 minutos después, aparecen 2 parejas jóvenes hablando en español/catalán, vienen al hotel; ellos tienen clave para abrir las puertas, bien!!, pero y ¿mi habitación? Después de leer el único cartel que estaba pegado en la puerta, descubrimos que debía haber recibido una clave por parte del hotel, que nunca recibí, para abrir una cajita que está en el exterior, dentro de la cual debería estar la llave de mi habitación. Llamo al teléfono que indica el cartel: no contesta nadie. Pensando estoy en que tendré que dormir en alguna butaca de la recepción cuando aparece otro chico con maletas, se pone a manipular la cajita exterior: el si tiene la clave!!! La caja se abre, allí esta su llave y la mia.
Doy las gracias a todos y me dispongo a coger el ascensor a la quinta planta, habitación 510. Saco la llave/tarjeta, la introduzco en la ranura: no se abre. Porfío un buen rato con el mismo resultado: no se abre. Diez minutos después, oigo el ascensor, sube, sube, y llega al quinto. Dos chicos y una chica alemanes aparecen, les cuento la historia, de uno en uno intentamos abrir la puerta, no hay manera; en la segunda ronda de intentos, la chica lo consigue: por fin voy a dormir en una cama! Gracias a todos, buenas noches, ya estoy en mi habitación.